"¿De qué está compuesto el universo?
Esa pregunta, tan importante, se la planteó hacia el año 600 a.C. el pensador griego Tales, y dio una solución falsa: "Todas las cosas son agua".
La importancia de la solución que dio Tales se nos hará clara si examinamos cómo llegó a ella. A nadie le sorprenderá saber que este hombre que dijo que todas las cosas eran agua vivía en un puerto de mar. Mileto, que así se llamaba la ciudad, estaba situada en la costa oriental de Egeo, que hoy pertenece a Turquía. Mileto ya no existe, pero en el año 600 a.C. era la ciudad más próspera del mundo de habla griega.
No es impensable que Tales cavilase sobre la naturaleza del universo al borde del mar, con la mirada fija en el Egeo. Sabía que éste se abría hacia el sur en otro mar más grande, al que hoy llamamos Mediterráneo, ya que se extendía cientos de millas hacia el oeste. El Mediterráneo pasaba por un angosto estrecho (el de Gibraltar), vigilado por dos pequeños rocosos que los griegos llamaban las columnas de Hércules.
Más allá de las columnas de Hércules había un océano (el Atlántico), y los griegos creían, que esta masa de agua circundaba los continentes de la tierra por todas partes.
El continente, la tierra firme, tenía, según Tales, la forma de un disco de algunos miles de millas de diámetro, flotando en medio de un océano infinito. Pero tampoco ignoraba que el continente propiamente dicho surcado por las aguas. Había ríos que lo cruzaban, lagos diseminados aquí y allá y manantiales que surgían de sus entrañas. El agua se secaba y desaparecía en el aire, para convertirse luego otra vez en agua y caer en forma de lluvia. Había agua arriba, abajo y por todas partes."
Según el, los mismos cuerpos sólidos de la tierra firme estaban compuestos de agua (...).
Al hilo de todos estos pensamientos Tales llegó a una conclusión que parecía lógica: "Todo es agua".
Tales "versus" Babilonia
"La idea de Tales, ya lo dijimos, no era del todo suya, pues, tuvo su origen en Babilonia, otro de los países que había visitado de joven. La antigua civilización de Babilonia había llegado a importantes conclusiones en materia de astronomía y matemáticas, y estos resultados tuvieron por fuerza que fascinar a un pensador tan serio como Tales. Los babilonios creían en que la tierra firme era un disco situado en un manantial de agua dulce, la cual afloraba aquí y allá a la superficie formando ríos, lagos y fuentes; y que alrededor de la tierra había agua salada por todas partes.
Cualquiera diría que la idea era la misma que la de Tales, y que este no hacía más que repetir las teorías babilónicas.
Los babilonios a diferencia de Tales, concebían el agua no como tal, sino como una colección de seres sobrenaturales. El agua dulce era dios Apsu, el agua salada la diosa Tiamat, y entre ambos engendraron muchos otros dioses y diosas.
Según la mitología babilónica, entre Tiamat y sus descendientes hubo una guerra en la que, tras gigantesca batalla, Marduk, uno de los nuevos dioses, mató a Tiamat y la escindió en dos. Con una de las mitades hizo el cielo, con la otra la tierra firme.
Esa era la respuesta que daban los babilónicos a la pregunta "¿de qué está compuesto el universo?". Tales se acercó a la misma solución desde un ángulo diferente. Su imagen del universo era distinta porque prescindió de dioses, diosas y grandes batallas entre seres sobrenaturales. Se limitó a decir "todas las cosas son agua".
La importancia de la tradición jónica
¿Por qué fue tan importante el interpretar el universo sin recurrir a divinidades? La ciencia ¿podría haber surgido sin recurrir sin esa tradición?
Imaginemos que el universo es producto de los dioses, que lo tienen a su merced y pueden hacer con él lo que se les antoje. Si tal diosa está enojada porque el templo erguido en su honor no es suficientemente grandioso, envía una plaga. Si un guerrero se halla en mal trance y reza a dios X y le promete sacrificar reses, éste puede enviar una nube que le oculte de sus enemigos. No hay manera de prever el curso del universo: si todo depende del capricho de los dioses.
En la teoría de Tales y de sus discípulos no había divinidades que se inmiscuyeran en los designios del universo. El universo obraba exclusivamente de acuerdo con su propia naturaleza. Las plagas y las nubes eran producto de causas naturales solamente y no aparecían mientras no se hallaran presentes estas últimas. La escuela de Tales llegó así a un supuesto básico: el universo se conduce de acuerdo con ciertas "leyes de la naturaleza" que no puedan alterarse.
(...) Mientras los hombres tuvieron la mente en lo sobrenatural no vieron razón alguna para tratar de descifrar los designios del universo, prefiriendo idear modos y maneras de agradar a los dioses o de aplacarlos cuando se desataba su ira. Lo importante era construir templos y altares, inventar rezos y rituales de sacrificio, fabricar ídolos y hacer magia.
(...) La primera hipótesis de Tales condujo así a una segunda: la razón humana es capaz de esclarecer la naturaleza de las leyes que gobiernan el universo."
Isaac Asimov: "Grandes ideas de la ciencia"- Ed. Alianza. España. 2009